martes, 14 de junio de 2011

La sociedad romana



La civilización romana es una de las más complejas sociedades de la historia universal. Dada su extensa duración (desde el siglo VIII a. C. hasta el siglo V d.C) los historiadores han dividido la Historia de Roma en distintos períodos históricos: Monarquía, República e Imperio. Hoy les propongo internarnos en los años de mayor esplendor del Imperio Romano (s. I y II a.C.), pero alejándonos de los grandes personajes, para tener una idea más global de cómo estaba compuesta esta sociedad.
La sociedad romana estaba dividida en distintas clases, con diferentes derechos civiles y políticos y también diferencias económicas. Veamos, entonces, cuáles son los principales grupos sociales y algunas de sus características más relevantes:

Los Patricios:

Se denominaba Patricios a las familias más antiguas de Roma, quienes formaban una aristocracia de propietarios de tierras. Poseían todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales, políticos y también culturales. Eran ciudadanos de pleno derecho.

Los Plebeyos:

Así se denominó en la Roma primitiva a todos aquellos que estaban por fuera del grupo de los Patricios. Originalmente carecían de derechos, pero a través de siglos de luchas sociales se les fueron reconociendo derechos similares a los de los Patricios. Entre ellos el de ser Ciudadanos Romanos, a elegir representantes y a tener sus propias instituciones políticas.

Entre los plebeyos había grandes diferencias económicas, por lo que dentro de los denominados Plebeyos se pueden distinguir los siguientes grupos: nobles, caballeros y clientes.

Nobles: eran los plebeyos más ricos, que se igualaban a los patricios por su fortuna y por ocupar los cargos políticos más importantes.



Caballeros: eran plebeyos con una fortuna intermedia, que obtenían por sus trabajos como comerciantes, agricultores o profesionales, llegaban a ocupar cargos políticos de mediana importancia.
Libertos:

Los libertos :eran los esclavos que habían sido liberados por sus dueños. Si bien eran hombres libres seguían en algunos aspectos vinculados a su patrón –debían llevar su apellido, por ejemplo. No eran ciudadanos y por lo tenían derechos civiles y políticos recortados.

Se dedicaron a los oficios –que eran trabajos despreciados por los ricos- de artesanía, comercio e industria. Gracias a esto algunos de ellos acumularon importantes fortunas.

Esclavos:



En la Antigüedad, los esclavos eran considerados objetos –no personas- sin ningún derecho. Eran vendidos y comprados y sus dueños tenían derecho a castigarlos o matarlos. Los esclavos eran prisioneros de guerra, o hijos de otros esclavos.

Eran quienes hacían la mayor parte de los trabajos de producción, especialmente en agricultura. Por este motivo se considera al Imperio Romano una sociedad esclavista.

En menor medida hubo esclavos que tuvieron otras actividades: algunos participaron en altos cargos de gobierno o fueron capataces en las grandes plantaciones agrícolas. Otros tuvieron las peores de las suertes y fueron empleados como remeros para la flota romana o convertidos en gladiadores del Circo Romano.
Por Joaquín Nieto López

El culto a los muertos

Los romanos no colocaban las tumbas en un lugar tranquilo y solitario, sino a orillas de las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas. En Pompeya todavía podemos contemplar las tumbas a lo largo de las calzadas que salían hacia el norte desde la Puerta de Herculano y hacia el sur desde la de Nuceria.

Algunas eran grandiosas e impresionantes y parecían casas en pequeño; otras eran mucho más sencillas. Era una costumbre corriente decorarlas con guirnaldas de flores y colocar ofrendas de vino y comida delante de ellas.

El que enterraran a los muertos en las orillas de sus concurridas calzadas, en lugar de en cementerios tranquilos, no era por parte de los romanos una muestra de falta de respeto hacia aquéllos. Al contrario, creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus se les aparecerían y les llegarían a causar daños. Era muy importante proporcionar al difunto una tumba o un sepulcro, donde su espíritu pudiera tener una morada. Pero también se pensaba que el muerto quería estar cerca de los vivos. Hay una tumba que tiene una inscripción: "Veo y contemplo a todo el que va y viene de la ciudad", y otra que dice: "Lolio ha sido colocado al borde del camino para que todos los transeúntes puedan decirle 'Buenos días, Lolio'".

Se creía que su actividad vital continuaba en cierta manera y por tanto había que abastecerlo de las cosas que necesitara. Un cazador querría tener su lanza, un agricultor sus aperos, y una mujer su huso. Si el muerto era inhumado, sus objetos personales eran enterrados con él; si era incinerado, se quemaban también con él.

Un escritor griego llamado Luciano cuenta la historia de un marido que había quemado en una pira funeraria todas las joyas y todos los vestidos de su esposa difunta, para que los pudiera tener consigo en el otro mundo. Una semana más tarde, cuando estaba intentando consolarse con la lectura de un libro sobre la vida en el más allá, se le apareció el espectro de su esposa. Ésta comenzó a reprocharle que no hubiera incinerado una de sus sandalias doradas, que, según decía ella, estaba debajo de un cofre. El perro de la familia comenzó a ladrar y entonces el espíritu desapareció. El marido miró debajo del cofre, halló la sandalia y la quemó.

Se pensaba también que los espíritus de los muertos tenían hambre y sed y por tanto había que proporcionarles bebida y comida. En la tumba se colocaban con regularidad ofrendas de huevos, judías, lentejas y vino. A veces se abrían agujeros en las tumbas para poder echar vino dentro. Se ofrecía vino porque era un sustituto apropiado de la sangre, la bebida favorita de los muertos. No obstante, durante el funeral y en ocasiones especiales se sacrificaban animales y se hacía una ofrenda con sangre.

Con todo, se pensaba que a pesar de esas tentativas por cuidar de ellos, los muertos no llevaban una existencia muy feliz. Para ayudarles a olvidarse de esa infelicidad, sus tumbas se adornaban frecuentemente de flores o eran rodeadas de jardincillos, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días, aunque haya cambiado su significado original. Con éste mismo fin, la familia y los amigos del difunto celebraban un banquete después del funeral y en el aniversario de su muerte. Unas veces estos banquetes tenían lugar en un comedor adosado a la tumba misma, otras en el hogar de la familia. Se creía que los espíritus de los muertos prestaban atención a estos acontecimientos festivos y disfrutaban con ellos.

Había también algunas personas que creían en un mundo de ultratumba donde los malos sufrían castigos por las malas acciones cometidas durante su vida y donde los buenos vivían dichosos eternamente. Se contaban relatos sobre el castigo sufrido por malhechores famosos como el malvado Titio, a quien unos buitres le desgarraban a picotazos el hígado, y el de las hijas de Dánao (las Danaides), que fueron condenadas a echar eternamente agua en unas ánforas que no tenían fondo.

Las personas que no creían en alguna forma de vida después de la muerte eran pocas. Eran los seguidores de un filósofo griego llamado Epicuro, que enseñaba que, cuando alguien moría, el espíritu que le daba vida se disolvía en el aire y se perdía para siempre. Los hombres, por tanto, no tenían por qué temer el mundo del más allá, y podían dedicar todas sus fuerzas a sacar el mejor partido de éste.

El ritual de un entierro romano

El entierro de un romano de elevada condición económica y social sse caracterizaba por la solemnidad del ritual. Delante de la comitiva fúnebre (pompa), iban los esclavos tocando flautas, trompas y trompetas, los portadores de antorchas, las plañideras profesionales, los bailarines y los mimos.

Ceremonia de un entierro

"Cuando se ha retirado el cadáver de la casa, se le conduce hacia el foro con los restantes ornamentos, delante de la tribuna, permaneciendo todos los asistentes alrededor; si el difunto deja un hijo mayor de edad y se encuentra presente, éste, y si no, algún otro pariente, sube a la tribuna y habla de las virtudes del fallecido y de las gestas que llevó a cabo en vida. Después de este acto entierran el cadáver y, cuando han cumplido los ritos habituales, colocan una estatua del difunto en un lugar visible de la casa, en una hornacina de madera.

En las festividades públicas exponen las imágenes cuidadosa-mente colocadas. Cuando muere algún otro familiar ilustre, también las sacan en el entierro y las colocan encima del rostro de personas que se les parezcan en estatura y en el físico y son conducidos sobre carros precedidos de los haces, las hachas y las demás insignias que les solían acompañar en vida, de acuerdo con la categoría de cada uno y con su actividad política."

POLIBIO, 6,53, 1-8

Junto a la tumba situada en una de las vías que conducían a la ciudad, tal como mandaba la ley, se incineraba el cadáver. Sobre la pira se colocaba el muerto dentro de su ataúd. Los familiares y los amigos ponían en él los objetos que habían sido del agrado del difunto; le abrían y cerraban los ojos por última vez, le daban un beso de despedida y un pariente o amigo encendía la pira, adornada con flores y recipientes de perfume.

En los cementerios de las grandes ciudades, solía haber un horno crematorio qu facilitaba las tareas de la incineración. Cuando las llamas se extinguían, las brasas eran apagadas con vino, y los huesos que quedaban se recogían, se untaban con ungüentos perfumados y eran depositados, juntamente con las cenizas, en una urna funeraria. Las urnas funerarias eran unos recipientes con tapadera, de diversas formas y materiales (de plata, plomo, vidrio, cerámica, etc.)

Diferentes tipos de enterramientos de los romanos

Sobre la vida de ultratumba, los romanos tenían unas creencias que coincidían en gran parte con las de los griegos.

Hasta el siglo II de nuestra era, en que se generalizó la inhumación de los cadáveres, la forma de enterramiento más usual fue la incineración. De hecho las dos formas coexistían, pero generalmente la inhumación era reservada a la gente pobre y los esclavos, mientras que la incineración estaba reservada a los miembros de familias nobles o acomodadas.

Incineración e inhumación

"Me parece que el tipo de sepultura más antiguo es aquél en que el cuerpo retorna a la tierra y, después de ser depositado ahí, es cubierto por ella como si fuera un manto maternal. Sabemos que la estirpe de los Cornelios usó este tipo de sepultura hasta hace poco. Sula, después de su victoria, mandó que fueran esparcidos los restos mortales de Gayo Mario que estaba sepultado junto al río Anio. Y no sé yo si porque temía que lo mismo le sucediera a su cuerpo, lo cierto es que él fue el primero de los patricios Cornelios en ser incinerado.

La Ley de las Doce Tablas dice: 'Que no se entierre ni se incinere un hombre muerto dentro de la ciudad'. Creo que esto último es a causa del peligro de incendio."

CICERÓN, Las Leyes, 2, 22-23

Las tumbas más lujosas eran sepulcros monumentales, o mausoleos en forma de templo, de torre o de casa. Las tumbas más modestas eran las fosas comunes, las individuales y los columbarios. Encima de las fosas individuales podía haber diversos tipos de monumentos funerarios:

una estela o una piedra con el nombre del difunto;

un pedestal con la dedicatoria correspondiente;

un ara en cuyo interior se guardaba la urna funeraria;

una copa de piedra en forma de baúl o hecha de tejas cubiertas de mortero imitando la misma forma. A veces, un agujero en el exterior del sepulcro comunicaba con la cavidad interior y se utilizaba para echar ofrendas que simbólicamente consumía el difunto.

Los columbarios eran criptas excavadas en la piedra viva, o construidas de obra, en cuyo interior había nichos u hornacinas parecidos a los nidos de un palomar. Ahí se colocaban las urnas cinerarias.

A principios del siglo II d.C., la incineración de los cadáveres fue progresivamente sustituida por la inhumación. Esto hizo que, en lugar de utilizar urnas funerarias, se extendiera la costumbre de enterrar a los muertos en cajas de madera o de piedra, de las que derivaron los sarcófagos esculpidos que, por otro lado, ya se conocían en el área del mundo helenístico y en Etruria. Los sarcófagos normalmente formaban parte de monumentos funerarios, construidos junto a las vías romanas.

Los temas de su decoración se referían simbólicamente a la muerte, que era interpretada como una violación o un rapto que sufre la vida. Más adelante, esta decoración se redujo hsta generalizarse unos surcos ondulados (strigiles) por toda su superficie. De aquí proviene el nombre de sarcófagos estrigilados. Con la implantación del cristianismo, juntamente con la técnica anterior, se incorporan a los sarcófagos relieves con escenas inspiradas en la Biblia o en los Evangelios.

Otras formas de enterramiento más modestas y sencillas pueden sustituir a los sarcófagos; por ejemplo, las cajas hechas con losas de pizarra, con tejas usadas o con ánforas reutilizadas. Los enterramientos hechos con tejas formaban una caja de sección triangular. Las tegulae, o tejas planas con los bordes levantados, estaban unidas mediante imbrices, o tejas acanaladas, para evitar filtraciones por las junturas de las tejas planas. Las sepulturas hechas con ánforas, a las que se les rompía el cuello, eran usadas especialmente para los cadáveres de niños. Si se empleaban para guardar los restos de adultos, tenían que incrustarse varias de ellas, unas con otras, hasta conseguir la longitud necesaria del cadáver que había que sepultar.
Por:Joaquín Nieto López

Más curiosidades romanas

Alguien dijo en una ocasión que los romanos somos nosotros. ¿Pero realmente nos parecemos tanto? Hagamos una pequeña recopilación de las muestras del ingenio romano:

Según el naturalista romano Plinio el Viejo, en el siglo I d.C. las mujeres ya usaban jabones de distintos tipos, duros y blandos, que contenían sustancias para colorear el caballo y teñirlo con colores vivos. Eran llamados rutilandis capillis.

Los niños en la Antigua Roma no jugaban sólo con palos y piedras: se disfrazaban de gladiadores y combatían con espadas y escudos de madera, lanzaban dados de hueso, marfil o piedra, o se divertían con carretillas transportadas por cabras, gansos y otros animalitos. Y como siempre, las niñas preferían sus muñecas articuladas.

La domus, o vivienda lujosa de la familia Julia (Julio César fue un representante de ella) no estaba ubicada en la colina del Palatino ni la zona rica, sino en la Subura, el barrio más pobre y conflictivo de Roma. Es debido a que la gens Julia siempre sufrió una endémica falta de dinero a pesar de, según ellos, descender de la estirpe de Venus.

En Roma se conocían algunos métodos anticonceptivos. Las clases más bajas se encomendaban a los métodos más supersticiosos como los amuletos, algo que fue criticado por el médico Sorano de Éfeso. Una opción supuestamente más eficaz era introducir una bola de lana en la vagina impregnada en vino hasta la entrada del cuello del útero

Los romanos fueron los inventores del cepillo de dientes. Lo más interesante es que se los lavaban (y se enjuagaban la boca) con orines, estando muy valorado el lusitano. Sin saberlo, el amoníaco presente en la orina les limpiaba y desinfectaba la dentadura.

Nuestro calendario es el gregoriano, una modificación del anterior calendario juliano. Todos nuestros meses se corresponden con los que llegaron a existir en Roma. En un principio fue así:

Martivs= Marzo: mes de Marte, dios de la guerra.
Aprilis= Abril: mes en el que “abren” las flores, primavera.
Maivs= Mayo: el mes “mayor”, de la abundancia.
Ivnivs= Junio: mes de la diosa Juno, esposa de Júpiter.
Ivlivs= Julio: el mes de César, denominado así en su honor y porque nació precisamente en este mes. Se llamaba en un principio Quintilis (“el quinto mes”)
Avgvstvs= Agosto: el mes de César Augusto. Primero se le conocía como Sextilis (“el sexto mes”).
September= Septiembre: mes séptimo.
October= Octubre: mes octavo.
November= Noviembre: mes noveno
December= Diciembre: mes décimo.

Luego se estableció una actualización, agregando los meses de Ianvarivs (Enero), el mes de Jano, y Febrvarivs (Febrero), dedicado al dios del Inframundo, Februo Plutón.

El caballo de Julio César sufría de atavismo, es decir, tenía rasgos genéticos arcaicos. Eso se manifestaba en sus cascos, que parecían dedos. Llamado por César Genitor (“Padre”), en honor a su padre muerto siendo él adolescente, tenía una profecía de los arúspices: si alguien lo cabalga, ese jinete dominará el mundo.

Los romanos usaban ropa interior y, además de eso, estaban listos en poco tiempo para la acción del duro día nada más despertarse. El emperador Vespasiano alababa el pragmatismo romano
alardeando de estar preparado para gobernar el Imperio treinta segundos después de levantarse de la cama.

Para abastecerse de agua cada día, los romanos de clase media y baja acudían a las fuentes públicas de agua, que solían estar conectadas a un acueducto. Los patricios, en cambio, disponían de un canal especial que les suministraba el preciado líquido directamente en el domus. Y además, los domus disponían de su propio pozo privado de agua, debajo del impluvium, una especie de pequeña piscina rectangular que recogía el agua de la lluvia que caía desde el compluvium, un agujero en el techo.

Para algo tan importante como hacer sus necesidades, los romanos disponían de retretes públicos en los que, sin el menor pudor, defecaban u orinaban mientras conversaban con cualquiera que tuviesen al lado. ¿Cómo se limpiaban? Posiblemente con algún tipo de esponja unida a un palo. No se sabe si la compartían o si cada cual llevaba la suya.

Cuando una pareja se casaba, el novio tradicionalmente rompía un pan encima de la cabeza de la novia como símbolo de fertilidad, y los invitados se comían las migas. De ahí viene nuestra tradición del pastel de bodas.

Nerón, después del famoso Gran Incendio de Roma, ensanchó sus calles, creó espacios abiertos, y ordenó la alineación de todas las manzanas. Anteriormente, Roma había sido una ciudad caótica.

En las fiestas de las Saturnales de diciembre, los esclavos hacían las veces de amos y viceversa. Durante una semana se invertían los roles sociales en medio de jolgorio general y grandes comilonas que celebraban la Edad de Oro bajo la égida de Saturno. También había un intercambio masivo de regalos, como en nuestros Reyes Magos o Navidades.

Para un romano, beber leche era una cosa bárbara. Los romanos sólo veían con buenos ojos comer alimentos cocinados o fabricados de un modo u otro, jamás carne cruda o leche de vaca.

Curiosidades de Roma

¿Qué ocurriría si un ciudadano romano (Civis romanus) del siglo II d.C viajara a la Hispania romanizada del siglo XXI?

Tendría algunos problemas para entenderse con los hispanos del s. XXI; pero no cabe duda de que si le pidiéramos hacer algo ex profeso , esperar sine die o disculpar un lapsus linguae ; sabría stricto sensu a que nos referimos. Muchas expresiones latinas han quedado intactas en el castellano actual procede del latin.
Constataría que el calendario ( kalendas , el primer día del mes ) 2007 sigue teniendo 365 días. Los mismos que instauró Julio Cesar en el año 46 a.C. E incluso identificará los días señalados en rojo como los festivos anuales que también fijó el emperador romano.
Vería puestos de comida preparada para llevar. Ya en Roma era normal comprar la comida preparada y caliente en los thermopolia , los puestos destinados a ello.
Identificaría al cuerpo de bomberos ( vigiles ). Éste fue creado por Augusto en el año 6 d.C. dada la plaga de incendios que hubo en la época por la alta densidad de población y el tipo de materiales de las casas.
Y también los colegios profesionales como los de médicos y abogados. En el mundo laboral romano se impuso la especialización y los trabajadores tenían sus asociaciones profesionales ( collegia ), tal y como ocurre hoy en día.
Se daría cuenta de que el Derecho que se utiliza en la Hispania del año 2007 sigue basándose en el código civil elaborado allá por el año V a.C. Constataría que la espina dorsal de la justicia sigue intacta con el uso del habeas corpus al que todo detenido tiene derecho y el in dubio pro reo , la presunción de inocencia que se aplica a todo acusado.
Y de que los que van a ser elegidos siguen siendo candidatos. En Roma, durante el periodo electoral, los que se presentaban para ser elegidos para un cargo público vestían una toga cándida (completamente blanca).
En un bar, en una taberna (tienda de aquel entonces) escucharía a unos hombres hablar de negocios. El tema del patricio romano era el de Otis cum dignitate , es decir, el ocio con dignidad, todo lo contrario de negotium . Por mucho que el business haya sido entronizado actualmente como el centro de nuestras vidas.
De la conversación deduciría que los trabajadores, por mucho negocio que hagan, siguen dependiendo de un salario. En tiempos del Imperio la importancia de la sal (capital para conservar los alimentos) era tal que se pagaba a los trabajadores con este producto, de ahí el origen del término salario.
Oiría comentar que la construcción (teniendo como base el hormigón y el ladrillo) es la inversión más rentable. El opus caementicium hecho con piedras (caementa) unidas con argamasa fue la base para construir los grandes edificios. Hoy revestimos éstos con unos bloques o placas, los lateres más conocidos como ladrillos.
Los romanos tenían talleres para elaborar piezas de construcción, que salían prácticamente acabadas. Así, los edificios podían viajar desmontados y casi terminados para ensamblarlos al llegar a su destino. Eran los inicios de la arquitectura prefabricada.
Tampoco se le escaparía la importancia que para nuestro mundo tienen las obras civiles (vías terrestres, embalses, puentes) y sus creadores, los ingenieros. La importancia del hacedor de puentes ( pontifex ) era tal que los emperadores ejercían el cargo pontifex maximus , calificativo que continúa ostentando hoy el Papa.
Algunas estructuras creadas hace 2000 años han resultado útiles hasta finales del siglo XX. El puente romano de Mérida formaba parte del trazado de la carretera nacional V a Portugal hasta hace muy pocos años. Del mismo modo, embalse y acueductos continúan ejerciendo su función almacenando y transportando agua.
Descubriría que la sociedad sigue entreteniéndose con divertimentos como lo fueron en su momento el circo o las carreras de carros. Basta cambiar circo por fútbol y carreras de carros por Formula 1 para darse cuenta de que el concepto de espectáculo de masa no es, tampoco, un invento nuevo.
Se divertiría comprobando el presupuesto y la publicidad que siguen necesitando los espectáculos para mantener llenos los lugares donde se celebran. Al igual que en Roma donde para mantener lleno el Coliseo se hacía una amplia publicidad a base de carteles pintados sobre las paredes de espacios públicos.
Además de los juegos públicos los romanos utilizaban dados, fichas y tabas en sus ratos de ocio privado. Las muñecas, las pelotas y los aros que utilizaban los niños para distraerse siguen teniendo el mismo éxito a día de hoy.
Comprobaría, divertido, como la actual moda de acudir a un spa ( sanus per aquam ) sólo sea versión actualizada de los baños romanos.
Se percataría de que la costumbre romanada de enterrar a las afueras de las ciudades sigue siendo un sano hábito del mundo moderno.